Ayer la encontré en el jardín de
la residencia sentada bajo un gran árbol. Ella me miró con sus ojitos azules y
yo me senté a su lado; cogió mi mano con la suya y de su vestido rojo saco una antigua foto en
blanco y negro. Enseñándomela me dijo:
- ¿Sabes quién es?
En la foto se veía una mujer
joven de cabello rizado y moreno.
- Yo no dije nada.
- Es mi madre, dijo ella. Se
quedo viuda muy joven. Mi padre murió en un accidente laboral. La empresa para
la que trabajaba estaba mal de dinero y mi madre tuvo que llevar al empresario
a juicio para que le quedara una
pensión.
Mi madre era enfermera y tuvo que
dejar de trabajar porque enfermó. Ella, durante los primeros años de la muerte
de mi padre, dejo de reír. Siempre estaba triste, no tenía ganas de vivir. Los
médicos dijeron que tenía depresión y que sería bueno para su salud que nos
fuésemos a vivir al campo; y así lo hicimos.
Nos mudamos a un pueblo de la
provincia de Jaén. Los mejores años de mi vida los pasé allí. Recuerdo el olor
del pan recién hecho y el canto de los pájaros al amanecer.
Mama compro una casita pequeña
junto al río con el dinero de la venta del piso de Madrid.
Mi tía Julia venía a casa todos
los días para ayudar a mama con las tareas de la casa porque sus hijos estaban
estudiando en Inglaterra y tenia mucho tiempo libre. Eso le permitía, además,
trabajar como voluntaria en una asociación de personas con Alzheimer.
En el pueblo conocí a Pablo mi
mejor amigo y a su familia. Su padre trabajaba en un banco y su madre en el
único centro de salud que había en la localidad. Pablo tenía un hermano mayor que era el
alcalde del pueblo. Mi primer día de colegio lo recuerdo muy bien. Pablo y yo
coincidimos en la misma clase y nos sentamos juntos en la tercera fila. El colegio tenia grandes ventanales y las
paredes pintadas de blanco. Mi profesora se llamaba paloma. Recuerdo su pelo
blanco y recogido en un moño y siempre elegantemente vestida.
Por las tardes, Pablo y yo, solíamos
jugar en las ruinas de la antigua biblioteca donde todavía quedaban algunos
ejemplares de libros de historia y geografía olvidados entre las viejas repisas
de madera. Yo solía tener por costumbre volver a casa al caer la tarde por el
camino del puente de piedra reconstruido después de la guerra.
Cuando Pablo cumplió 17 años se
fue a Granada a estudiar derecho. Pasamos 5 años sin vernos pero cuando terminó
la carrera volvió al pueblo. Siempre recordaré el día que nos volvimos a ver en
la estación de tren. El se había convertido en un hombre fuerte, alto y muy
guapo. Empezamos a citarnos los domingos por la tarde para pasear por el parque
y tomar café.
Cuando él encontró trabajo en un
despacho de abogados, ahorramos para comprar un piso y nos casamos. No tuvimos
hijos, pero adoptamos una preciosa niña con deficiencia auditiva a la que
pusimos de nombre Paula. ¡Que rápido pasa el tiempo!
-Venga mama, te esperan para
cenar. Mañana durante la visita me sigues contado. Un beso. Te quiero mucho,
hasta mañana.
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